Wednesday, September 19, 2012

La actitud frente a la vida es el éxito

Regularmente, a la gente le gusta hablar de la edad, preguntar los años, especialmente a los varones, en cambio a las mujeres, hablar de la edad es un horror y un terror. Cuántos años tienes tú? 40, ahhh… todavía estás medio joven ¿Y tú? 54, no me digas que tienes más de  medio siglo. ¡Oye! y… Miguel Alejandro ¿cuántos tendrá?. Fuuuuu… él ya debe estar bordeando los 78 años, ¡si no es más! pero todavía se lo ve morocho (es que dicen que a él lo alimentaron con harto mote, trigo, haba, leche de chiva, con el buen sango y huevitos criollos), en cambio míralo a Lorenzo, apenas con 57 años ya está canoso, combado, arrugado, parece sauce milenario mirando al río. Y cuántos años le calculas al vecino del barrio, a Don Vicente? ¡qué bestia! el por lo menos debe tener unos 94 años: no usa lentes, ni bastón, camina alegre, saluda a todo mundo y lo que es más, dice que está enamorado de tu prima. ¡Esas bromitas… yo ya no te las acepto!

Lo cierto es que la edad depende de la actitud mental de cada persona. Se tiene la edad que se ejerce. La vejez no es cuestión de años sino de un estado de ánimo. La edad está en relación con el modo de pensar de las personas. Creo que las personas más joviales son las que han tenido la virtud de ser alegres, positivas, activas, vibrantes y soñadoras. Cristopher Reeve, decía que “los sueños parecen al principio imposibles, luego improbables, y luego, cuando nos comprometemos con ellos, se vuelven inevitables”. Se ha dicho también que si algún día se llegara a caer, no hay que preocuparse mucho, hay que hacer como el sol que cada tarde cae, pero cada mañana se levanta con más resplandor!

Las personas que se preocupan permanentemente de la suma de los años,  de los pequeños problemas e inconvenientes, por lo general, son personas pesimistas, deterministas, tristes y con una baja autoestima que más están pensando en morir que en vivir. Por eso es que los mandamientos para una vejez feliz son tan vivificadores que hay que ponerles mucho oído: cuidarás tu imagen todos los días, vístete bien, arréglate como si fueras a una fiesta ¡Qué más fiesta que la vida! No te encierres en tu casa. Nada de jugar al enclaustramiento como madres conceptas. Sal a caminar, a pasear, a hacer ejercicio físico como lo hace Viche Castillo con su apreciada esposa. Hay que evitar actitudes y gestos de viejo derrumbado: nada de cabezas gachas, espaldas encorvadas, pies arrastrando y mirada moribunda. 

Cuando salgas a la calle y saludes con tus amigos, bríndales el buenos días y no le arruines el día hablando de tu vejez y de tus  achaques, porque con ello acabarás por creerte viejo, enfermo e inválido. El que no puede sobrellevar lo malo, no sirve para ver lo bueno. Mahatma Gandhi nos advierte que “Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa”. Además, una persona que pasa permanentemente quejándose, acabará por quedarse sola,  porque nadie quiere estar oyendo historias de museos y hospitales. Hay que cultivar el optimismo, demostrar la alegría en el rostro, en las palabras y en los ademanes. Se puede ayudar a los otros con un buen gesto, con una sonrisa, un buen consejo o un servicio. Hay que tratar de ser útil a uno mismo hasta cuando se pueda.  

Los buenos pensamientos y las buenas actitudes son la terapia de la vida. Cualquier actividad que se realice con gusto, con método y medida, serán las mejores medicinas para todos los males. Para mantener la buena salud hay que  divertirse y tener sentido del humor. Es que uno de los secretos para sentirse feliz es vivir apasionado por la vida y saber conscientemente que la vida no es perfecta y, por ello mismo, hay que saber aprender de los errores para corregir caminos que nos lleven a la conquista de nuestras ansiadas metas.
Este artículo fue originalmente publicado por Benjamín Pinza Suárez,en la columna de Opinión de Diario Crónica.

Saturday, September 8, 2012

Loja entre arupos blancos y rosados

“Yo soy la flor zamorana, teñida de primavera que despuntó en la ribera, de la campiña lojana, con mi primor se engalana, el regio manto del día porque soy la gallardía, de las épicas hazañas que vieron estas montañas, de la inmensa serranía…”, dice una parte del pasacalle escrito por Mons. Alberto Zambrano Palacios y cuya música corresponde a uno de los más connotados arreglistas lojanos, Don Marco Antonio Ochoa Muñoz.

Llega agosto y con él el verano a Loja y los arupos empiezan a florecer. Hace mucho tiempo que quería compartir esta historia nuestra sobre un árbol tan llamativo y tan propio de la vida de mi ciudad: el arupo rosado (Chionanthus pubescens Kunth). Y a veces también en color blanco.


Foto de José X.

Es curioso e increíble cultivar el arupo rosado,  un árbol no indicado para impacientes ni “alcanfores”. Se prepara la tierra, se siembran las semillas, se las cuida y, durante mucho tiempo, no sucede nada. Se sigue regando, protegiendo de las plagas, abonando y quitando las malas yerbas. Pasa lento un tiempo más… y tampoco se ve nada. Entre agua, abono, cuidado constante y, sobre todo, mucha, muchísima paciencia pasará más tiempo. ¡Hasta que por fin! empiezan a salir fuera del surco unos pequeños brotes de lo que será ¡una magnificencia color rosa, nacida de la tierra! Ha llegado el día en que la semilla despierta  de su letargo y empieza a cantar “en la ribera, de la campiña lojana” con voz de mirlos, chilalos, chirocas y gorriones exhibiendo su esplendorosa belleza.

En este largo tiempo de espera y de supuesta falta de actividad, el arupo estaba formando debajo de la tierra y, muy calladamente, sus raíces, sus tallos,  que le van a permitir sostener el crecimiento de un árbol de seis a ocho metros de altura. Un paraíso de color rosa con resplandores violeta, que será nido de colibríes, de  pájaros cantores, de emplumados pájaros de colores…

Es una historia cautivante ¿verdad? De la que siempre he creído que es una hermosa metáfora que está bajo el signo de la perseverancia y la paciencia.

Cuántas veces nos ha pasado como a la semilla del arupo rosado que los días de nuestra espera se vuelven meses y años y nos desesperamos creyendo que nada está sucediendo en nuestra vida.

Si estamos seguros que vale la pena luchar por ese  sueño nuestro, tan soñado y acariciado, hemos de aprender a  ser pacientes, perseverantes para no abandonarlo, para no desanimarnos por no ver enseguida  resultados, ¡No olvidemos que algo magnifico siempre estará  sucediendo en lo más íntimo de nuestro ser! Estamos creciendo, madurando y preparándonos, a veces imperceptiblemente, tan suave,  que ni nosotros nos  enteramos. ¿Será, tal vez,  porque ese sueño está echando raíces?

Para que un sueño se cumpla lleva tiempo, dedicación, exige aprender y aprender más cada día, aprender y estar dispuestos a arriesgar por algo que tenemos sembrado en el corazón, y es por eso que seguimos adelante sin que  importen  los obstáculos,  sin dejar que mueran, sin abandonar el surco donde sembramos, sin dejar que la vida pase como tarde de domingo, sin pedirnos cosas importantes y  exigiéndonos apenas nada.

Cuando empiezan a salir del surco los primeros  brotes…renace la fuerza para continuar ese sueño hasta ahora lejano.

 ¡Adelante!, el empeño que ponemos  será la diferencia para que los simples deseos  se transformen en sueños realizados como en agosto el milagro del arupo rosado florecido.

Texto utilizado y adaptado del cuento escrito por  Zoila Isabel Loyola Román bajo el título: La Historia del Arupo Rosado.