Saturday, September 8, 2012

Loja entre arupos blancos y rosados

“Yo soy la flor zamorana, teñida de primavera que despuntó en la ribera, de la campiña lojana, con mi primor se engalana, el regio manto del día porque soy la gallardía, de las épicas hazañas que vieron estas montañas, de la inmensa serranía…”, dice una parte del pasacalle escrito por Mons. Alberto Zambrano Palacios y cuya música corresponde a uno de los más connotados arreglistas lojanos, Don Marco Antonio Ochoa Muñoz.

Llega agosto y con él el verano a Loja y los arupos empiezan a florecer. Hace mucho tiempo que quería compartir esta historia nuestra sobre un árbol tan llamativo y tan propio de la vida de mi ciudad: el arupo rosado (Chionanthus pubescens Kunth). Y a veces también en color blanco.


Foto de José X.

Es curioso e increíble cultivar el arupo rosado,  un árbol no indicado para impacientes ni “alcanfores”. Se prepara la tierra, se siembran las semillas, se las cuida y, durante mucho tiempo, no sucede nada. Se sigue regando, protegiendo de las plagas, abonando y quitando las malas yerbas. Pasa lento un tiempo más… y tampoco se ve nada. Entre agua, abono, cuidado constante y, sobre todo, mucha, muchísima paciencia pasará más tiempo. ¡Hasta que por fin! empiezan a salir fuera del surco unos pequeños brotes de lo que será ¡una magnificencia color rosa, nacida de la tierra! Ha llegado el día en que la semilla despierta  de su letargo y empieza a cantar “en la ribera, de la campiña lojana” con voz de mirlos, chilalos, chirocas y gorriones exhibiendo su esplendorosa belleza.

En este largo tiempo de espera y de supuesta falta de actividad, el arupo estaba formando debajo de la tierra y, muy calladamente, sus raíces, sus tallos,  que le van a permitir sostener el crecimiento de un árbol de seis a ocho metros de altura. Un paraíso de color rosa con resplandores violeta, que será nido de colibríes, de  pájaros cantores, de emplumados pájaros de colores…

Es una historia cautivante ¿verdad? De la que siempre he creído que es una hermosa metáfora que está bajo el signo de la perseverancia y la paciencia.

Cuántas veces nos ha pasado como a la semilla del arupo rosado que los días de nuestra espera se vuelven meses y años y nos desesperamos creyendo que nada está sucediendo en nuestra vida.

Si estamos seguros que vale la pena luchar por ese  sueño nuestro, tan soñado y acariciado, hemos de aprender a  ser pacientes, perseverantes para no abandonarlo, para no desanimarnos por no ver enseguida  resultados, ¡No olvidemos que algo magnifico siempre estará  sucediendo en lo más íntimo de nuestro ser! Estamos creciendo, madurando y preparándonos, a veces imperceptiblemente, tan suave,  que ni nosotros nos  enteramos. ¿Será, tal vez,  porque ese sueño está echando raíces?

Para que un sueño se cumpla lleva tiempo, dedicación, exige aprender y aprender más cada día, aprender y estar dispuestos a arriesgar por algo que tenemos sembrado en el corazón, y es por eso que seguimos adelante sin que  importen  los obstáculos,  sin dejar que mueran, sin abandonar el surco donde sembramos, sin dejar que la vida pase como tarde de domingo, sin pedirnos cosas importantes y  exigiéndonos apenas nada.

Cuando empiezan a salir del surco los primeros  brotes…renace la fuerza para continuar ese sueño hasta ahora lejano.

 ¡Adelante!, el empeño que ponemos  será la diferencia para que los simples deseos  se transformen en sueños realizados como en agosto el milagro del arupo rosado florecido.

Texto utilizado y adaptado del cuento escrito por  Zoila Isabel Loyola Román bajo el título: La Historia del Arupo Rosado.

1 comment:

  1. qué bonito relato, y más interesante la reflexión, muy importante sobre todo para nuestra idiosincracia renegona, impaciente, inconstante.
    El título habla de los arupos blancos, los hay en Loja??

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